jueves, 6 de marzo de 2025

La Herencia de la Resistencia: Güemes y Ragone, Símbolos de un Pueblo

Salta, tierra de resistencia, honra en Martín Miguel de Güemes y Miguel Ragone a dos líderes que, aunque separados por el tiempo, comparten el espíritu de lucha contra la opresión.

En el devenir de la hisotoria nacional y salteña la "memoria selectiva" no es casual: el nacionalismo hegemónico celebra a los héroes muertos mientras persigue a sus herederos vivos. Al hacerlo, vacía de contenido material los ideales de independencia y justicia social, reduciéndolos a símbolos vacíos que no cuestionan el orden establecido.


La historia de Salta, tierra de profundas raíces y espíritu indomable, se encuentra marcada por la presencia de dos figuras que trascienden el tiempo: Martín Miguel de Güemes y Miguel Ragone. Separados por el devenir histórico, ambos líderes comparten un hilo conductor que los une en la memoria colectiva: la defensa apasionada de su pueblo y la lucha contra la opresión.

Güemes, el caudillo gaucho, irrumpió en la escena histórica durante la Guerra de Independencia, erigiéndose como un baluarte contra el avance realista. Su liderazgo carismático y su conexión genuina con los gauchos salteños le permitieron movilizar a un ejército popular que resistió con valentía los embates del poder colonial. Su estrategia de guerra de guerrillas, adaptada a la geografía y al espíritu de su gente, demostró que la resistencia podía florecer en los rincones más remotos de la patria.

Dos siglos después, Miguel Ragone emergió en un contexto igualmente convulso. Su gobierno, breve pero intenso, se caracterizó por su compromiso con la justicia social y su defensa de los derechos de los trabajadores. En un momento en que las sombras de la dictadura se cernían sobre Argentina, Ragone se convirtió en un faro de esperanza para los sectores populares salteños. Su valentía al enfrentarse a las fuerzas represivas lo convirtió en un símbolo de resistencia contra la opresión.

Más allá de las diferencias temporales y contextuales, Güemes y Ragone comparten un legado común: el de líderes que antepusieron el bienestar de su pueblo a sus propios intereses. Ambos encarnaron el espíritu de la resistencia salteña, demostrando que la dignidad y la justicia son valores innegociables. Su memoria perdura como un recordatorio de que la lucha por un futuro mejor exige valentía, compromiso y la convicción de que otro mundo es posible.

Güemes y Ragone son dos caras de una misma moneda: la de un pueblo que se niega a ser sometido. Su legado nos invita a reflexionar sobre la importancia de la memoria histórica y la necesidad de mantener viva la llama de la resistencia.



Güemes y Ragone: Continuidades y Rupturas en la Lucha por la Soberanía y los Sectores Populares

De la Resistencia Gaucha a la Lucha Popular

La historia de América Latina está marcada por una tensión recurrente entre proyectos de liberación nacional y la persistencia de estructuras de dominación interna y externa. En Argentina, dos figuras emblemáticas, separadas por siglo y medio, encarnan esta lucha: Martín Miguel de Güemes, líder de la resistencia gaucha durante las guerras de la independencia, y Miguel Ragone, gobernador de Salta en la década de 1970, asesinado por la dictadura cívico-militar. Ambos representan esfuerzos por construir una soberanía basada en la inclusión de los sectores populares, pero sus trayectorias también revelan las contradicciones y limitaciones de estos proyectos en un continente históricamente sometido a presiones imperialistas y oligárquicas. Pretendemos explorar las continuidades y rupturas entre ambos líderes, analizando cómo sus luchas reflejan los desafíos de la emancipación en América Latina. Para lo cual construimos cinco tesis como punto de partida (ver más abajo)

 

Güemes: La Soberanía Popular en la Independencia

Martín Miguel de Güemes emergió como un líder clave en la defensa del norte argentino durante las guerras de independencia. Su estrategia militar, basada en la movilización de gauchos y campesinos, no solo fue efectiva para contener el avance realista, sino que también simbolizó una forma de soberanía territorial y política profundamente popular. Güemes integró a los sectores rurales, históricamente marginados, en un proyecto nacional que buscaba expulsar a las potencias extranjeras y consolidar la autonomía política.

Sin embargo, su liderazgo también enfrentó la resistencia de las élites porteñas, que veían con recelo la autonomía del norte y la participación de los gauchos en la política. La muerte de Güemes en 1821, traicionado por sectores internos, marcó el inicio de un proceso de centralización política en Buenos Aires que marginó a las provincias del interior y a los sectores populares que habían luchado por la independencia. Así, la figura de Güemes se convirtió en un símbolo de resistencia, pero también en un recordatorio de las limitaciones de los proyectos emancipatorios en un contexto de fragmentación y desigualdad.

 

Ragone: La Segunda Liberación en los '70

Más de un siglo después, Miguel Ragone retomó, desde Salta, la bandera de la soberanía y la justicia social. Como gobernador peronista de izquierda, Ragone impulsó reformas radicales: redistribución de tierras, expansión de la educación pública, mejora de la salud rural y apoyo a los trabajadores. Su gestión se alineó con los movimientos antiimperialistas de la época, como el gobierno de Salvador Allende en Chile, y confrontó directamente a las oligarquías locales y a los intereses extranjeros que buscaban mantener el statu quo.

El asesinato de Ragone en 1976, en el marco del Plan Cóndor, no fue solo un acto de represión política, sino un intento de eliminar un proyecto que actualizaba los ideales güemesianos en un contexto latinoamericano marcado por la Guerra Fría. La dictadura cívico-militar, apoyada por Estados Unidos, buscó erradicar cualquier forma de resistencia popular que cuestionara el modelo neoliberal y dependiente que se impondría en las décadas siguientes.

 

Continuidades: Soberanía, Antiimperialismo y Participación Popular

Tanto Güemes como Ragone representan proyectos políticos que vinculan la defensa de la soberanía nacional con la inclusión de los sectores populares. Güemes movilizó a los gauchos como actores centrales en la lucha independentista, mientras que Ragone priorizó a los campesinos, obreros y comunidades rurales en su agenda de gobierno. Ambos enfrentaron a las élites locales y a las potencias extranjeras que buscaban mantener su influencia en la región.

Esta continuidad revela una constante en la historia latinoamericana: la lucha por la independencia y la justicia social no puede separarse de la participación activa de los sectores marginados. Sin embargo, también muestra cómo estos proyectos son sistemáticamente neutralizados por alianzas entre las oligarquías locales y los intereses imperialistas.

 

Rupturas: Contextos y Desafíos Diferentes

A pesar de las similitudes, los contextos en que actuaron Güemes y Ragone presentan diferencias significativas. Güemes luchó contra un imperio colonial en declive (España), mientras que Ragone enfrentó a una potencia global en ascenso (Estados Unidos) y a un sistema capitalista mucho más complejo y globalizado. Además, mientras Güemes operó en un contexto de guerra abierta, Ragone lo hizo en un escenario de Guerra Fría, donde la represión tomó formas más sofisticadas y coordinadas a nivel continental (Plan Cóndor).

Otra ruptura clave es el rol del Estado: mientras Güemes defendió una soberanía territorial frente a invasiones externas, Ragone buscó transformar el Estado desde adentro, democratizando el acceso a la tierra, la educación y la salud. Esta diferencia refleja la evolución de los desafíos de la emancipación en América Latina, desde la independencia política hasta la lucha por la justicia social y económica.

 

Memoria y Olvido: El Nacionalismo como Dispositivo de Control

La figura de Güemes ha sido instrumentalizada por el discurso nacionalista como símbolo abstracto de unidad y resistencia, pero su legado concreto—la participación popular y la defensa de la soberanía—ha sido sistemáticamente ignorado. De manera similar, Ragone fue silenciado por la dictadura y su memoria relegada a un segundo plano, a pesar de que su proyecto representaba una actualización de los ideales güemesianos.

Esta "memoria selectiva" no es casual: el nacionalismo hegemónico celebra a los héroes muertos mientras persigue a sus herederos vivos. Al hacerlo, vacía de contenido material los ideales de independencia y justicia social, reduciéndolos a símbolos vacíos que no cuestionan el orden establecido.

 

La Lucha Inconclusa

Güemes y Ragone encarnan dos momentos clave en la historia de Argentina y América Latina: la lucha por la independencia política en el siglo XIX y la batalla por la justicia social en el siglo XX. Sus trayectorias revelan tanto las posibilidades como los límites de los proyectos emancipatorios en un continente marcado por la dependencia y la desigualdad.

Hoy, en un contexto de neoliberalismo globalizado y extractivismo, sus legados nos interpelan: ¿cómo construir una soberanía que no solo sea política, sino también económica y social? ¿Cómo integrar a los sectores populares sin caer en la trampa de la cooptación o la represión? Las respuestas a estas preguntas requieren recuperar la memoria de líderes como Güemes y Ragone, no como símbolos abstractos, sino como referentes de luchas concretas por la liberación y la dignidad.

La historia de América Latina es, en gran medida, la historia de estas luchas interrumpidas. Pero también es la historia de su persistencia, de la capacidad de los pueblos para reinventar, una y otra vez, el sueño de la emancipación. Güemes y Ragone son parte de esa tradición, y su legado sigue vivo en cada lucha por un mundo más justo y soberano.

 

Hipótesis Integradoras

Hipótesis de la Línea Histórica de Resistencia Antiimperialista

Tanto Güemes como Ragone articulan proyectos políticos que vinculan la defensa territorial con la inclusión de los sectores populares (gauchos en el siglo XIX; campesinos y obreros en el siglo XX). Sin embargo, mientras Güemes resistió a potencias coloniales europeas, Ragone enfrentó al imperialismo estadounidense y a las élites locales aliadas al capital transnacional. Esta continuidad revela que la "unidad nacional" solo es funcional al discurso hegemónico cuando no cuestiona el poder oligárquico, como evidenció el asesinato de Ragone y la cooptación neoliberal del legado de Güemes.

Hipótesis del Nacionalismo Popular Traicionado

El gobierno de Ragone recuperó simbólicamente la figura de Güemes para legitimar su agenda redistributiva, vinculando la independencia del siglo XIX con la "segunda liberación" antiimperialista de los '70. No obstante, así como Güemes fue abandonado por las élites porteñas de su tiempo, Ragone fue saboteado por el peronismo ortodoxo y las fuerzas represivas, demostrando que los proyectos que integran a los sectores rurales/populares son sistemáticamente neutralizados por alianzas entre poder local y agendas extranjeras.

Hipótesis de la Soberanía Inconclusa

Ambos líderes encarnaron una soberanía no solo política, sino social: Güemes con la militarización gaucha y Ragone con políticas de acceso a la tierra y salud comunitaria. Sin embargo, sus muertes violentas (Güemes en combate, Ragone ejecutado) marcan la imposibilidad de consolidar modelos alternativos al centralismo porteño/neoliberal. La paradoja es que, mientras el Estado invoca a Güemes como héroe muerto, persigue a sus herederos políticos vivos (como Ragone), vaciando de contenido material la "unidad nacional".

Hipótesis de la Memoria como Campo de Batalla

La exaltación de Güemes como ícono abstracto de argentinidad contrasta con el silenciamiento de figuras como Ragone, cuya gestión concreta actualizó los ideales güemesianos. Esto refleja una memoria selectiva: se celebra al héroe histórico cuando su lucha se despolitiza, pero se ocultan las continuidades de opresión que líderes como Ragone denunciaron (ej. alianzas con EE.UU., desfinanciamiento de lo rural). El nacionalismo, así, opera como un dispositivo de olvido.

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