El gobierno municipal de Cerrillos organizó un acto institucional en conmemoración del 49 aniversario de la desaparición y asesinato del Gobernador Miguel Ragone en Salta.
El acto conmemorativo en honor a Miguel Ragone realizado en
Cerrillos, refleja una práctica común en Argentina: la institucionalización de
la memoria como herramienta de transmisión histórica y política. Sin embargo,
la decisión de no otorgar la palabra a los familiares de Ragone, a pesar de su
presencia y participación simbólica, plantea interrogantes sobre los motivos y
las consecuencias de esta acción. Analizamos las razones detrás de esta
decisión y sus implicaciones, tanto para los familiares como para la
construcción de la memoria colectiva.
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Familiares del Ex Gobernador Miguel Ragone en el acto conmemorativo, Cerrillos. |
El arte de silenciar sin parecer malos
La decisión de no dar la palabra a los familiares de Ragone
fue una combinación de control narrativo, priorización del discurso
institucional, prevención de conflictos y simbolismo bien calculado. Fue una
jugada política astuta, aunque no exenta de contradicciones. Después de todo,
¿cómo se puede criticar el silenciamiento de las políticas de derechos humanos
a nivel nacional mientras se silencia a los familiares en un acto local? Parece
que, en el mundo de la política, el silencio es un recurso tan valioso como las
palabras. Y en este caso, los familiares de Ragone pagaron el precio de ese
silencio estratégico.
Así que, la
próxima vez que asistan a un acto conmemorativo, fíjense bien: ¿quién tiene el
micrófono y quién está sentado en silencio? Porque, como demostró este
homenaje, a veces lo que no se dice es tan importante como lo que se proclama a
los cuatro vientos. Y, en este caso, el silencio de los familiares habló más
fuerte que cualquier discurso.
La necesidad de equilibrar la narrativa institucional y asumir las
diferencias
La decisión de invitar, recibir y homenajear a los
familiares de Miguel Ragone sin darles la palabra refleja una tensión inherente
a los actos institucionales de memoria en Argentina. Por un lado, busca
reconocer y honrar a las víctimas del terrorismo de estado; por otro, prioriza
el control narrativo y los intereses políticos actuales. Esta práctica tiene
consecuencias significativas: para los familiares, representa un reconocimiento
incompleto; para la memoria colectiva, una narrativa parcial; y para la legitimidad
del acto, un riesgo de instrumentalización.
En última instancia, este caso subraya la necesidad de
equilibrar la narrativa institucional con la participación activa de las
víctimas y sus familiares, asegurando que la memoria sea un espacio plural y
democrático, no solo un instrumento de legitimación política. Solo así se podrá
honrar verdaderamente a figuras como Miguel Ragone y transmitir su legado de
manera integral a las futuras generaciones.
¿Por qué los familiares de Ragone no hablaron? Una comedia de silencios
estratégicos
En el mundo de los actos conmemorativos, donde la memoria se
convierte en un escenario y los discursos en guiones cuidadosamente ensayados,
la decisión de no dar la palabra a los familiares de Miguel Ragone en el
homenaje organizado por el gobierno de Salta y la municipalidad de Cerrillos no
fue casual. Fue, más bien, una jugada maestra de control narrativo. Imaginen
esto: el gobierno tiene en sus manos la historia de un exgobernador
desaparecido durante el terrorismo de estado, una figura que puede ser moldeada
como un ícono de los derechos humanos y la justicia social. ¿Qué hacen? Invitan
a los familiares, los sientan en primera fila, les sonríen para las fotos y
luego… les cierran el micrófono. ¿Por qué? Porque, como en cualquier buena obra
de teatro, el libreto ya estaba escrito.
1. Control narrativo y apropiación simbólica del legado de Ragone
El gobierno, como un director de cine que recorta escenas
incómodas, decidió mantener el control absoluto de la narrativa. Al no permitir
que los familiares hablaran, evitó que la historia de Ragone se desviara hacia
terrenos emocionales o personales que no encajaban con el guion oficial.
Después de todo, ¿para qué arriesgarse a que alguien cuente una anécdota
incómoda o haga un reclamo inesperado? Mejor mantener la historia limpia,
pulida y, sobre todo, alineada con los intereses políticos del momento. Así,
Ragone se convierte en un símbolo útil, no en una persona con matices.
2. Priorización del discurso institucional sobre el testimonio familiar
Mariana Reyes y Matías Romero, los protagonistas del acto,
llevaron adelante sus discursos con la solemnidad de quienes saben que están
representando al Estado. Reyes habló de memoria, justicia y políticas de
derechos humanos; Romero, de la gestión popular de Ragone y su legado para
Salta. Ambos hicieron su trabajo a la perfección, pero ¿dónde quedaron los
familiares? Ah, sí, sentados en sus sillas, como extras en una película donde
solo los actores principales tienen líneas. Claro, ¿para qué darles el micrófono
si podrían hablar de cosas como el dolor de no tener los restos de Ragone o la
frustración de que su memoria sea usada como bandera política? ¿O que el
Partido Justicialista de Salta que apoyó al Gobernador Sáenz fue intervenido el
día anterior al acto, por el Partido Nacional, porque los diputados nacionales
que fueron elegidos con el apoyo del Partido votaron todas las leyes del
Gobierno Nacional de Milei en detrimento de los Salteños, salvo la pequeña oligarquía
local? Eso no vende tan bien como un discurso institucional.
3. Evitar conflictos o tensiones políticas
Aquí entramos en el terreno de la política partidaria, donde
todo es posible y nada es casual. Reyes no dudó en criticar las políticas
nacionales de derechos humanos, lo que dejó en claro que el acto no era solo un
homenaje, sino también una plataforma para enviar mensajes políticos. En este
contexto, permitir que los familiares hablaran era un riesgo innecesario. ¿Y si
decían algo que no coincidía con la línea oficial? ¿O si, peor aún, hacían un
reclamo directo al gobierno provincial? Mejor prevenir que lamentar, pensaron.
Así que, en lugar de arriesgarse a un momento incómodo, optaron por el
silencio. Porque, como dice el refrán, "en boca cerrada no entran
moscas".
4. Simbolismo de la presencia sin voz
La presencia de los familiares en el acto fue, en sí misma,
un gesto simbólico. Estaban ahí, visibles, pero mudos. Como si su sola
presencia bastara para validar el homenaje, sin necesidad de que dijeran una
palabra. Esto refuerza la idea de que el Estado es el gran custodio de la
memoria, el único autorizado para contar la historia. Los familiares, en
cambio, son relegados a un papel secundario: están para ser vistos, no para ser
escuchados. Es como si les dijeran: "Gracias por venir, pero no hablen,
que nosotros nos encargamos de todo".
El arte de silenciar mientras se habla de derechos humanos: Consecuencias de esta decisión
Hipotetizamos a continuación las consecuencias del
silenciamiento de los familiares de Ragone para los propios familiares, para la
memoria colectiva, para la legitimidad del acto y para las políticas de
derechos humanos. Este análisis nos lleva a cuestionar el papel de los gestores
de la memoria institucional, quienes, al priorizar una narrativa oficialista y
controlada, pueden estar contribuyendo a una visión parcializada de la
historia. La exclusión de las voces de los familiares no solo afecta a quienes buscan
honrar a sus seres queridos, sino que también limita la riqueza de la memoria
colectiva y pone en entredicho la coherencia de las políticas de derechos
humanos que estos mismos actores proclaman defender.
1. Para los familiares: entre el reconocimiento y la marginación
Desde la perspectiva de los familiares, la invitación y el
homenaje son un reconocimiento a la figura de Ragone y su lucha por la
justicia. Sin embargo, la falta de oportunidad para expresarse puede generar
sentimientos de marginación o instrumentalización. Su deseo de honrar a Ragone
"por encima de las mediciones momentáneas de cualquier gobierno"
choca con la realidad de que su voz fue silenciada en un acto que pretendía
celebrar su legado. Es como
si les dijeran: "Gracias por venir, pero no hablen, que nosotros nos
encargamos de todo".
2. Para la memoria colectiva: una narrativa incompleta
La ausencia de la voz de los familiares limita la riqueza de
la memoria transmitida. Los testimonios personales son cruciales para humanizar
las figuras históricas y conectar emocionalmente con las nuevas generaciones.
Al omitirlos, se corre el riesgo de reducir la memoria a una narrativa
oficialista, desprovista de matices y emociones. Es como si, en lugar de contar la historia completa,
el gobierno decidiera publicar un resumen ejecutivo: todo lo importante está
ahí, pero sin el alma que le da vida.
3. Para la legitimidad del acto: entre el homenaje y la instrumentalización
La decisión de no dar la palabra a los familiares puede ser
interpretada como una forma de instrumentalización política de la figura de
Ragone. Esto podría afectar la legitimidad del acto, especialmente entre
quienes valoran la participación activa de las víctimas y sus familiares en la
construcción de la memoria. Después de todo, ¿cómo se puede hablar de justicia
y memoria si se silencia a quienes tienen más derecho a hablar? Es como si, en medio de un discurso
sobre la importancia de la libertad de expresión, alguien decidiera cortar el
micrófono a los oradores principales.
4. Para las políticas de derechos humanos: un mensaje contradictorio
Aquí es donde la ironía alcanza su punto máximo. Mientras quien
representa las políticas públicas de Memoria, Verdad y Justicia y de Derechos
Humanos en el Gobierno provincial, en su discurso, critica el
"silenciamiento" de las políticas de derechos humanos a nivel
nacional, el acto conmemorativo reproduce simbólicamente ese mismo
silenciamiento al no permitir que los familiares de Miguel Ragone tomen la
palabra. Esta contradicción no solo debilita el mensaje de compromiso con la
memoria, la verdad y la justicia que se pretende transmitir, sino que también
expone una tensión entre el discurso público y las prácticas concretas del
gobierno.
La responsabilidad de esta decisión recae, en primera
instancia, en los funcionarios de primera línea que Reyes representa: el
gobernador de la provincia de Salta, Gustavo Sáenz, y el ministro de Trabajo y
Derechos Humanos, Ricardo Villada. Aunque Reyes es una funcionaria de tercera
línea en la estructura de mando, su rol como representante directa de estas
figuras de mayor jerarquía implica que sus acciones y omisiones reflejan las
decisiones y prioridades de sus superiores.
En este contexto, la ausencia de la voz de los familiares
puede interpretarse como una decisión estratégica tomada desde los niveles más
altos del gobierno provincial, y del ejecutivo del gobierno municipal
organizador de la conmemoración; con el objetivo de mantener un control
narrativo sobre el acto y evitar posibles divergencias o críticas que pudieran
surgir desde una perspectiva más personal o íntima. Sin embargo, esta decisión
también revela una falta de sensibilidad hacia el papel fundamental que los
familiares de las víctimas tienen en la construcción y transmisión de la
memoria colectiva.
Desde una perspectiva ética y política, la responsabilidad
de incluir o excluir a los familiares del acto no puede ser atribuida
únicamente a Reyes, quien actúa como portavoz de una agenda definida por sus
superiores; o bien construye la agenda de sus superiores en temas que no les
son de interés en la conducción de gobierno. No obstante, su participación
activa en la ejecución de esta decisión la convierte en un eslabón clave en la
cadena de responsabilidades. Su discurso, aunque crítico con el silenciamiento
a nivel nacional, no cuestiona ni problematiza la exclusión de los familiares
en el acto local, lo que refuerza la contradicción entre el mensaje que se
proclama y las acciones que se llevan a cabo.
En última instancia, esta contradicción no solo afecta la
credibilidad del gobierno provincial en materia de derechos humanos, sino que
también pone en evidencia una práctica recurrente en los actos conmemorativos
organizados por el Estado: la instrumentalización de la memoria para fines
políticos, en detrimento de la participación activa y significativa de las
víctimas y sus familiares. Para honrar verdaderamente a figuras como Miguel
Ragone y transmitir su legado de manera integral, es necesario que los funcionarios,
tanto de primera como de tercera línea, asuman la responsabilidad de garantizar
que estos espacios sean inclusivos, plurales y respetuosos de todas las voces
que contribuyen a la construcción de la memoria colectiva.
Así que, la próxima vez que asistan a un acto conmemorativo,
fíjense bien: ¿quién tiene el micrófono y quién está sentado en silencio? Porque, como demostró este homenaje,
a veces lo que no se dice es tan importante como lo que se proclama a los
cuatro vientos. Y, en este caso, el silencio de los familiares habló más fuerte
que cualquier discurso.
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