martes, 11 de marzo de 2025

Motivos y consecuencias de invitar y recibir a los familiares de Miguel Ragone, para homenajearlo, sin darles la palabra en un acto institucional. Cerrillos, RAGONE a 49 años.

El gobierno municipal de Cerrillos organizó un acto institucional en conmemoración del 49 aniversario de la desaparición y asesinato del Gobernador Miguel Ragone en Salta.

El acto conmemorativo en honor a Miguel Ragone realizado en Cerrillos, refleja una práctica común en Argentina: la institucionalización de la memoria como herramienta de transmisión histórica y política. Sin embargo, la decisión de no otorgar la palabra a los familiares de Ragone, a pesar de su presencia y participación simbólica, plantea interrogantes sobre los motivos y las consecuencias de esta acción. Analizamos las razones detrás de esta decisión y sus implicaciones, tanto para los familiares como para la construcción de la memoria colectiva.

Familiares del Ex Gobernador Miguel Ragone en el acto conmemorativo, Cerrillos. 


El arte de silenciar sin parecer malos

La decisión de no dar la palabra a los familiares de Ragone fue una combinación de control narrativo, priorización del discurso institucional, prevención de conflictos y simbolismo bien calculado. Fue una jugada política astuta, aunque no exenta de contradicciones. Después de todo, ¿cómo se puede criticar el silenciamiento de las políticas de derechos humanos a nivel nacional mientras se silencia a los familiares en un acto local? Parece que, en el mundo de la política, el silencio es un recurso tan valioso como las palabras. Y en este caso, los familiares de Ragone pagaron el precio de ese silencio estratégico.

Así que, la próxima vez que asistan a un acto conmemorativo, fíjense bien: ¿quién tiene el micrófono y quién está sentado en silencio? Porque, como demostró este homenaje, a veces lo que no se dice es tan importante como lo que se proclama a los cuatro vientos. Y, en este caso, el silencio de los familiares habló más fuerte que cualquier discurso.

 

La necesidad de equilibrar la narrativa institucional y asumir las diferencias

La decisión de invitar, recibir y homenajear a los familiares de Miguel Ragone sin darles la palabra refleja una tensión inherente a los actos institucionales de memoria en Argentina. Por un lado, busca reconocer y honrar a las víctimas del terrorismo de estado; por otro, prioriza el control narrativo y los intereses políticos actuales. Esta práctica tiene consecuencias significativas: para los familiares, representa un reconocimiento incompleto; para la memoria colectiva, una narrativa parcial; y para la legitimidad del acto, un riesgo de instrumentalización.

En última instancia, este caso subraya la necesidad de equilibrar la narrativa institucional con la participación activa de las víctimas y sus familiares, asegurando que la memoria sea un espacio plural y democrático, no solo un instrumento de legitimación política. Solo así se podrá honrar verdaderamente a figuras como Miguel Ragone y transmitir su legado de manera integral a las futuras generaciones.

¿Por qué los familiares de Ragone no hablaron? Una comedia de silencios estratégicos

En el mundo de los actos conmemorativos, donde la memoria se convierte en un escenario y los discursos en guiones cuidadosamente ensayados, la decisión de no dar la palabra a los familiares de Miguel Ragone en el homenaje organizado por el gobierno de Salta y la municipalidad de Cerrillos no fue casual. Fue, más bien, una jugada maestra de control narrativo. Imaginen esto: el gobierno tiene en sus manos la historia de un exgobernador desaparecido durante el terrorismo de estado, una figura que puede ser moldeada como un ícono de los derechos humanos y la justicia social. ¿Qué hacen? Invitan a los familiares, los sientan en primera fila, les sonríen para las fotos y luego… les cierran el micrófono. ¿Por qué? Porque, como en cualquier buena obra de teatro, el libreto ya estaba escrito.

1. Control narrativo y apropiación simbólica del legado de Ragone

El gobierno, como un director de cine que recorta escenas incómodas, decidió mantener el control absoluto de la narrativa. Al no permitir que los familiares hablaran, evitó que la historia de Ragone se desviara hacia terrenos emocionales o personales que no encajaban con el guion oficial. Después de todo, ¿para qué arriesgarse a que alguien cuente una anécdota incómoda o haga un reclamo inesperado? Mejor mantener la historia limpia, pulida y, sobre todo, alineada con los intereses políticos del momento. Así, Ragone se convierte en un símbolo útil, no en una persona con matices.

2. Priorización del discurso institucional sobre el testimonio familiar

Mariana Reyes y Matías Romero, los protagonistas del acto, llevaron adelante sus discursos con la solemnidad de quienes saben que están representando al Estado. Reyes habló de memoria, justicia y políticas de derechos humanos; Romero, de la gestión popular de Ragone y su legado para Salta. Ambos hicieron su trabajo a la perfección, pero ¿dónde quedaron los familiares? Ah, sí, sentados en sus sillas, como extras en una película donde solo los actores principales tienen líneas. Claro, ¿para qué darles el micrófono si podrían hablar de cosas como el dolor de no tener los restos de Ragone o la frustración de que su memoria sea usada como bandera política? ¿O que el Partido Justicialista de Salta que apoyó al Gobernador Sáenz fue intervenido el día anterior al acto, por el Partido Nacional, porque los diputados nacionales que fueron elegidos con el apoyo del Partido votaron todas las leyes del Gobierno Nacional de Milei en detrimento de los Salteños, salvo la pequeña oligarquía local? Eso no vende tan bien como un discurso institucional.

3. Evitar conflictos o tensiones políticas

Aquí entramos en el terreno de la política partidaria, donde todo es posible y nada es casual. Reyes no dudó en criticar las políticas nacionales de derechos humanos, lo que dejó en claro que el acto no era solo un homenaje, sino también una plataforma para enviar mensajes políticos. En este contexto, permitir que los familiares hablaran era un riesgo innecesario. ¿Y si decían algo que no coincidía con la línea oficial? ¿O si, peor aún, hacían un reclamo directo al gobierno provincial? Mejor prevenir que lamentar, pensaron. Así que, en lugar de arriesgarse a un momento incómodo, optaron por el silencio. Porque, como dice el refrán, "en boca cerrada no entran moscas".

4. Simbolismo de la presencia sin voz

La presencia de los familiares en el acto fue, en sí misma, un gesto simbólico. Estaban ahí, visibles, pero mudos. Como si su sola presencia bastara para validar el homenaje, sin necesidad de que dijeran una palabra. Esto refuerza la idea de que el Estado es el gran custodio de la memoria, el único autorizado para contar la historia. Los familiares, en cambio, son relegados a un papel secundario: están para ser vistos, no para ser escuchados. Es como si les dijeran: "Gracias por venir, pero no hablen, que nosotros nos encargamos de todo".

 

El arte de silenciar mientras se habla de derechos humanos: Consecuencias de esta decisión

Hipotetizamos a continuación las consecuencias del silenciamiento de los familiares de Ragone para los propios familiares, para la memoria colectiva, para la legitimidad del acto y para las políticas de derechos humanos. Este análisis nos lleva a cuestionar el papel de los gestores de la memoria institucional, quienes, al priorizar una narrativa oficialista y controlada, pueden estar contribuyendo a una visión parcializada de la historia. La exclusión de las voces de los familiares no solo afecta a quienes buscan honrar a sus seres queridos, sino que también limita la riqueza de la memoria colectiva y pone en entredicho la coherencia de las políticas de derechos humanos que estos mismos actores proclaman defender.

1. Para los familiares: entre el reconocimiento y la marginación

Desde la perspectiva de los familiares, la invitación y el homenaje son un reconocimiento a la figura de Ragone y su lucha por la justicia. Sin embargo, la falta de oportunidad para expresarse puede generar sentimientos de marginación o instrumentalización. Su deseo de honrar a Ragone "por encima de las mediciones momentáneas de cualquier gobierno" choca con la realidad de que su voz fue silenciada en un acto que pretendía celebrar su legado. Es como si les dijeran: "Gracias por venir, pero no hablen, que nosotros nos encargamos de todo".

2. Para la memoria colectiva: una narrativa incompleta

La ausencia de la voz de los familiares limita la riqueza de la memoria transmitida. Los testimonios personales son cruciales para humanizar las figuras históricas y conectar emocionalmente con las nuevas generaciones. Al omitirlos, se corre el riesgo de reducir la memoria a una narrativa oficialista, desprovista de matices y emociones. Es como si, en lugar de contar la historia completa, el gobierno decidiera publicar un resumen ejecutivo: todo lo importante está ahí, pero sin el alma que le da vida.

3. Para la legitimidad del acto: entre el homenaje y la instrumentalización

La decisión de no dar la palabra a los familiares puede ser interpretada como una forma de instrumentalización política de la figura de Ragone. Esto podría afectar la legitimidad del acto, especialmente entre quienes valoran la participación activa de las víctimas y sus familiares en la construcción de la memoria. Después de todo, ¿cómo se puede hablar de justicia y memoria si se silencia a quienes tienen más derecho a hablar? Es como si, en medio de un discurso sobre la importancia de la libertad de expresión, alguien decidiera cortar el micrófono a los oradores principales.

4. Para las políticas de derechos humanos: un mensaje contradictorio

Aquí es donde la ironía alcanza su punto máximo. Mientras quien representa las políticas públicas de Memoria, Verdad y Justicia y de Derechos Humanos en el Gobierno provincial, en su discurso, critica el "silenciamiento" de las políticas de derechos humanos a nivel nacional, el acto conmemorativo reproduce simbólicamente ese mismo silenciamiento al no permitir que los familiares de Miguel Ragone tomen la palabra. Esta contradicción no solo debilita el mensaje de compromiso con la memoria, la verdad y la justicia que se pretende transmitir, sino que también expone una tensión entre el discurso público y las prácticas concretas del gobierno.

La responsabilidad de esta decisión recae, en primera instancia, en los funcionarios de primera línea que Reyes representa: el gobernador de la provincia de Salta, Gustavo Sáenz, y el ministro de Trabajo y Derechos Humanos, Ricardo Villada. Aunque Reyes es una funcionaria de tercera línea en la estructura de mando, su rol como representante directa de estas figuras de mayor jerarquía implica que sus acciones y omisiones reflejan las decisiones y prioridades de sus superiores.

En este contexto, la ausencia de la voz de los familiares puede interpretarse como una decisión estratégica tomada desde los niveles más altos del gobierno provincial, y del ejecutivo del gobierno municipal organizador de la conmemoración; con el objetivo de mantener un control narrativo sobre el acto y evitar posibles divergencias o críticas que pudieran surgir desde una perspectiva más personal o íntima. Sin embargo, esta decisión también revela una falta de sensibilidad hacia el papel fundamental que los familiares de las víctimas tienen en la construcción y transmisión de la memoria colectiva.

Desde una perspectiva ética y política, la responsabilidad de incluir o excluir a los familiares del acto no puede ser atribuida únicamente a Reyes, quien actúa como portavoz de una agenda definida por sus superiores; o bien construye la agenda de sus superiores en temas que no les son de interés en la conducción de gobierno. No obstante, su participación activa en la ejecución de esta decisión la convierte en un eslabón clave en la cadena de responsabilidades. Su discurso, aunque crítico con el silenciamiento a nivel nacional, no cuestiona ni problematiza la exclusión de los familiares en el acto local, lo que refuerza la contradicción entre el mensaje que se proclama y las acciones que se llevan a cabo.

En última instancia, esta contradicción no solo afecta la credibilidad del gobierno provincial en materia de derechos humanos, sino que también pone en evidencia una práctica recurrente en los actos conmemorativos organizados por el Estado: la instrumentalización de la memoria para fines políticos, en detrimento de la participación activa y significativa de las víctimas y sus familiares. Para honrar verdaderamente a figuras como Miguel Ragone y transmitir su legado de manera integral, es necesario que los funcionarios, tanto de primera como de tercera línea, asuman la responsabilidad de garantizar que estos espacios sean inclusivos, plurales y respetuosos de todas las voces que contribuyen a la construcción de la memoria colectiva.

Así que, la próxima vez que asistan a un acto conmemorativo, fíjense bien: ¿quién tiene el micrófono y quién está sentado en silencio? Porque, como demostró este homenaje, a veces lo que no se dice es tan importante como lo que se proclama a los cuatro vientos. Y, en este caso, el silencio de los familiares habló más fuerte que cualquier discurso.

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