Salta, tierra de resistencia, honra en Martín Miguel de Güemes y Miguel Ragone a dos líderes que, aunque separados por el tiempo, comparten el espíritu de lucha contra la opresión.
En el devenir de la hisotoria nacional y salteña la "memoria selectiva" no es casual: el nacionalismo hegemónico celebra a los héroes muertos mientras persigue a sus herederos vivos. Al hacerlo, vacía de contenido material los ideales de independencia y justicia social, reduciéndolos a símbolos vacíos que no cuestionan el orden establecido.
La historia de Salta,
tierra de profundas raíces y espíritu indomable, se encuentra marcada por la
presencia de dos figuras que trascienden el tiempo: Martín Miguel de Güemes y
Miguel Ragone. Separados por el devenir histórico, ambos líderes comparten un
hilo conductor que los une en la memoria colectiva: la defensa apasionada de su
pueblo y la lucha contra la opresión.
Güemes, el caudillo
gaucho, irrumpió en la escena histórica durante la Guerra de Independencia,
erigiéndose como un baluarte contra el avance realista. Su liderazgo
carismático y su conexión genuina con los gauchos salteños le permitieron
movilizar a un ejército popular que resistió con valentía los embates del poder
colonial. Su estrategia de guerra de guerrillas, adaptada a la geografía y al
espíritu de su gente, demostró que la resistencia podía florecer en los
rincones más remotos de la patria.
Dos siglos después,
Miguel Ragone emergió en un contexto igualmente convulso. Su gobierno, breve
pero intenso, se caracterizó por su compromiso con la justicia social y su
defensa de los derechos de los trabajadores. En un momento en que las sombras
de la dictadura se cernían sobre Argentina, Ragone se convirtió en un faro de
esperanza para los sectores populares salteños. Su valentía al enfrentarse a
las fuerzas represivas lo convirtió en un símbolo de resistencia contra la
opresión.
Más allá de las
diferencias temporales y contextuales, Güemes y Ragone comparten un legado
común: el de líderes que antepusieron el bienestar de su pueblo a sus propios
intereses. Ambos encarnaron el espíritu de la resistencia salteña, demostrando
que la dignidad y la justicia son valores innegociables. Su memoria perdura
como un recordatorio de que la lucha por un futuro mejor exige valentía,
compromiso y la convicción de que otro mundo es posible.
Güemes y Ragone son
dos caras de una misma moneda: la de un pueblo que se niega a ser sometido. Su
legado nos invita a reflexionar sobre la importancia de la memoria histórica y
la necesidad de mantener viva la llama de la resistencia.
Güemes y Ragone: Continuidades y
Rupturas en la Lucha por la Soberanía y los Sectores Populares
De la Resistencia Gaucha a la Lucha Popular
La historia de América
Latina está marcada por una tensión recurrente entre proyectos de liberación
nacional y la persistencia de estructuras de dominación interna y externa. En
Argentina, dos figuras emblemáticas, separadas por siglo y medio, encarnan esta
lucha: Martín Miguel de Güemes, líder de la resistencia gaucha
durante las guerras de la independencia, y Miguel Ragone,
gobernador de Salta en la década de 1970, asesinado por la dictadura
cívico-militar. Ambos representan esfuerzos por construir una soberanía basada
en la inclusión de los sectores populares, pero sus trayectorias también
revelan las contradicciones y limitaciones de estos proyectos en un continente
históricamente sometido a presiones imperialistas y oligárquicas. Pretendemos explorar
las continuidades y rupturas entre ambos líderes, analizando cómo sus luchas
reflejan los desafíos de la emancipación en América Latina. Para lo cual construimos cinco tesis como punto de partida (ver más
abajo)
Güemes: La Soberanía Popular en la
Independencia
Martín Miguel de
Güemes emergió como un líder clave en la defensa del norte argentino durante
las guerras de independencia. Su estrategia militar, basada en la movilización
de gauchos y campesinos, no solo fue efectiva para contener el avance realista,
sino que también simbolizó una forma de soberanía territorial y política
profundamente popular. Güemes integró a los sectores rurales, históricamente
marginados, en un proyecto nacional que buscaba expulsar a las potencias
extranjeras y consolidar la autonomía política.
Sin embargo, su
liderazgo también enfrentó la resistencia de las élites porteñas, que veían con
recelo la autonomía del norte y la participación de los gauchos en la política.
La muerte de Güemes en 1821, traicionado por sectores internos, marcó el inicio
de un proceso de centralización política en Buenos Aires que marginó a las
provincias del interior y a los sectores populares que habían luchado por la
independencia. Así, la figura de Güemes se convirtió en un símbolo de
resistencia, pero también en un recordatorio de las limitaciones de los
proyectos emancipatorios en un contexto de fragmentación y desigualdad.
Ragone: La Segunda Liberación en los
'70
Más de un siglo
después, Miguel Ragone retomó, desde Salta, la bandera de la
soberanía y la justicia social. Como gobernador peronista de izquierda, Ragone
impulsó reformas radicales: redistribución de tierras, expansión de la
educación pública, mejora de la salud rural y apoyo a los trabajadores. Su
gestión se alineó con los movimientos antiimperialistas de la época, como el
gobierno de Salvador Allende en Chile, y confrontó directamente a las
oligarquías locales y a los intereses extranjeros que buscaban mantener el
statu quo.
El asesinato de Ragone
en 1976, en el marco del Plan Cóndor, no fue solo un acto de represión
política, sino un intento de eliminar un proyecto que actualizaba los ideales
güemesianos en un contexto latinoamericano marcado por la Guerra Fría. La
dictadura cívico-militar, apoyada por Estados Unidos, buscó erradicar cualquier
forma de resistencia popular que cuestionara el modelo neoliberal y dependiente
que se impondría en las décadas siguientes.
Continuidades: Soberanía,
Antiimperialismo y Participación Popular
Tanto Güemes como
Ragone representan proyectos políticos que vinculan la defensa de la soberanía
nacional con la inclusión de los sectores populares. Güemes movilizó a los
gauchos como actores centrales en la lucha independentista, mientras que Ragone
priorizó a los campesinos, obreros y comunidades rurales en su agenda de
gobierno. Ambos enfrentaron a las élites locales y a las potencias extranjeras
que buscaban mantener su influencia en la región.
Esta continuidad
revela una constante en la historia latinoamericana: la lucha por la
independencia y la justicia social no puede separarse de la participación
activa de los sectores marginados. Sin embargo, también muestra cómo estos
proyectos son sistemáticamente neutralizados por alianzas entre las oligarquías
locales y los intereses imperialistas.
Rupturas: Contextos y Desafíos
Diferentes
A pesar de las
similitudes, los contextos en que actuaron Güemes y Ragone presentan
diferencias significativas. Güemes luchó contra un imperio colonial en declive
(España), mientras que Ragone enfrentó a una potencia global en ascenso
(Estados Unidos) y a un sistema capitalista mucho más complejo y globalizado.
Además, mientras Güemes operó en un contexto de guerra abierta, Ragone lo hizo
en un escenario de Guerra Fría, donde la represión tomó formas más sofisticadas
y coordinadas a nivel continental (Plan Cóndor).
Otra ruptura clave es
el rol del Estado: mientras Güemes defendió una soberanía territorial frente a
invasiones externas, Ragone buscó transformar el Estado desde adentro,
democratizando el acceso a la tierra, la educación y la salud. Esta diferencia
refleja la evolución de los desafíos de la emancipación en América Latina,
desde la independencia política hasta la lucha por la justicia social y
económica.
Memoria y Olvido: El Nacionalismo
como Dispositivo de Control
La figura de Güemes ha
sido instrumentalizada por el discurso nacionalista como símbolo abstracto de
unidad y resistencia, pero su legado concreto—la participación popular y la
defensa de la soberanía—ha sido sistemáticamente ignorado. De manera similar,
Ragone fue silenciado por la dictadura y su memoria relegada a un segundo
plano, a pesar de que su proyecto representaba una actualización de los ideales
güemesianos.
Esta "memoria
selectiva" no es casual: el nacionalismo hegemónico celebra a los héroes
muertos mientras persigue a sus herederos vivos. Al hacerlo, vacía de contenido
material los ideales de independencia y justicia social, reduciéndolos a símbolos
vacíos que no cuestionan el orden establecido.
La Lucha Inconclusa
Güemes y Ragone
encarnan dos momentos clave en la historia de Argentina y América Latina: la
lucha por la independencia política en el siglo XIX y la batalla por la
justicia social en el siglo XX. Sus trayectorias revelan tanto las
posibilidades como los límites de los proyectos emancipatorios en un continente
marcado por la dependencia y la desigualdad.
Hoy, en un contexto de
neoliberalismo globalizado y extractivismo, sus legados nos interpelan: ¿cómo
construir una soberanía que no solo sea política, sino también económica y
social? ¿Cómo integrar a los sectores populares sin caer en la trampa de la cooptación
o la represión? Las respuestas a estas preguntas requieren recuperar la memoria
de líderes como Güemes y Ragone, no como símbolos abstractos, sino como
referentes de luchas concretas por la liberación y la dignidad.
La historia de América
Latina es, en gran medida, la historia de estas luchas interrumpidas. Pero
también es la historia de su persistencia, de la capacidad de los pueblos para
reinventar, una y otra vez, el sueño de la emancipación. Güemes y Ragone son parte
de esa tradición, y su legado sigue vivo en cada lucha por un mundo más justo y
soberano.
Hipótesis
Integradoras
Hipótesis de la Línea Histórica
de Resistencia Antiimperialista
Tanto Güemes como
Ragone articulan proyectos políticos que vinculan la defensa territorial con la
inclusión de los sectores populares (gauchos en el siglo XIX; campesinos y
obreros en el siglo XX). Sin embargo, mientras Güemes resistió a potencias
coloniales europeas, Ragone enfrentó al imperialismo estadounidense y a las
élites locales aliadas al capital transnacional. Esta continuidad revela que la
"unidad nacional" solo es funcional al discurso hegemónico cuando no
cuestiona el poder oligárquico, como evidenció el asesinato de Ragone y la
cooptación neoliberal del legado de Güemes.
Hipótesis del Nacionalismo
Popular Traicionado
El gobierno de
Ragone recuperó simbólicamente la figura de Güemes para legitimar su agenda
redistributiva, vinculando la independencia del siglo XIX con la "segunda
liberación" antiimperialista de los '70. No obstante, así como Güemes fue
abandonado por las élites porteñas de su tiempo, Ragone fue saboteado por el
peronismo ortodoxo y las fuerzas represivas, demostrando que los proyectos que
integran a los sectores rurales/populares son sistemáticamente neutralizados
por alianzas entre poder local y agendas extranjeras.
Hipótesis de la Soberanía
Inconclusa
Ambos líderes
encarnaron una soberanía no solo política, sino social: Güemes con
la militarización gaucha y Ragone con políticas de acceso a la tierra y salud
comunitaria. Sin embargo, sus muertes violentas (Güemes en combate, Ragone
ejecutado) marcan la imposibilidad de consolidar modelos alternativos al
centralismo porteño/neoliberal. La paradoja es que, mientras el Estado invoca a
Güemes como héroe muerto, persigue a sus herederos políticos vivos (como
Ragone), vaciando de contenido material la "unidad nacional".
Hipótesis de la Memoria como
Campo de Batalla
La exaltación de
Güemes como ícono abstracto de argentinidad contrasta con el silenciamiento de
figuras como Ragone, cuya gestión concreta actualizó los ideales güemesianos.
Esto refleja una memoria selectiva: se celebra al héroe histórico
cuando su lucha se despolitiza, pero se ocultan las continuidades de opresión
que líderes como Ragone denunciaron (ej. alianzas con EE.UU., desfinanciamiento
de lo rural). El nacionalismo, así, opera como un dispositivo de olvido.